(Opinión) Legitimidad Ciudadana y el Proceso de Paz
Por Carlos Alberto Baena López
Los avances logrados en medio de las negociaciones en La Habana convierten en imperativo, analizar y garantizar que los fundamentos de esa Paz que se está construyendo, sean lo suficientemente fuertes y estables. Para esto, es apremiante que los acuerdos y las decisiones tomadas dentro de este marco de diálogos, se revistan de legitimidad, en todo sentido.
La legitimidad, desde una primera perspectiva, hace referencia a su componente jurídico, el cual requiere de la atención y cumplimiento de los convenios y recomendaciones en materia de derechos humanos. Una segunda dimensión de aquella, se enmarca dentro del reconocimiento, apoyo y aceptación de los colombianos a las condiciones de la finalización del conflicto. Es decir: una legitimidad ciudadana.
En ese sentido, es importante que el Gobierno Nacional y el equipo negociador tengan el compromiso de armonizar los acuerdos con las recomendaciones y la jurisprudencia de organismos internacionales. Precisamente esta semana, el Alto Comisionado de la Naciones Unidas para los Derechos Humanos solicitó que el Estado direccione los mecanismos de Justicia Transicional a la protección integral de las víctimas. Por lo tanto, consideró incompatibles las leyes de amnistías y perdones totales que favorezcan a quienes hayan cometido delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra.
La omisión de estos estándares pueden poner en peligro la paz alcanzada, pues órganos como la Corte Interamericana de Derechos Humanos tienen la facultad de derogar las leyes internas que surjan de los acuerdos, y que no salvaguarden debidamente los derechos de las personas, como en efecto ocurrió en el caso El Mozote vs. El Salvador, en 2012.
Dentro de este contexto, la Comisión Asesora para la Paz juega un importante papel pues está llamada a recoger las diferentes posturas y perspectivas del posconflicto, y articularlas a las negociaciones que se llevan a cabo en La Habana. Si el proceso de paz logra la participación y representación de las comunidades, incluso las minoritarias, la legitimidad ciudadana será más fácil de alcanzar.
Los colombianos merecemos una paz que reivindique a las víctimas, que garantice la justicia, que logre sanar las heridas del pasado y permita reconciliar a un país, que por más de cincuenta años, ha tenido que padecer el conflicto armado. Desde ya se deben crear las bases firmes para que no sólo esta generación, sino también las venideras, puedan crecer en una Colombia de Paz.
Fuente: www.diariodelhuila.com